miércoles, 19 de diciembre de 2007

Artículos literarios: "Novela y sociedad: el realismo del siglo XIX ", por Francisco Cenamor

Reconozco que últimamente no leo demasiadas novelas actuales, por eso mi opinión al respecto no es muy de fiar. Y reconozco esto porque está de moda que todos opinemos sobre todo sin tener ningún criterio para ello en la mayoría de los casos: para opinar hay que conocer y conocer no es repetir como un loro lo que dice este o aquel.
Por eso hablaré de una época de la novela que si conozco más o menos bien. Se trata del llamado realismo o naturalismo del siglo XIX, para mi, la época dorada de la novela europea.
Se trata de una novela grito angustioso que refleja con crudo realismo como a pesar de los avances que se producen fundamentalmente en el mundo tecnológico, el ser humano sigue dando muestras de sus miserias y frustraciones. El hombre moderno no soluciona los errores que ha cometido el ser humano a lo largo de su Historia.
Las historias de estas novelas son narradas con gran apasionamiento. Las a veces pesadas descripciones realistas nos introducen aún más en las atmósferas cargantes de un siglo que sienta las bases de las sociedades occidentales modernas. Aparecen los personajes complejos, capaces a la vez de lo mejor y de lo peor, como las mujeres de Germinal, de Émile Zola, que encarnan la paciencia, el amor y la ternura, pero castran brutalmente al tendero ante el estupor de sus maridos que no entienden su actitud. O el tímido y obediente Raskolnikov de Fiódor Dostoyevski en su Crimen y castigo, que se convierte en un asesino creyendo que puede impartir justicia por él mismo y restituir mediante el crimen lo perdido en la usura.
Son novelas que, frente a la superficialidad y la cultura actual literaria del usar y tirar (seguro que con honrosas excepciones, no españolas, al menos las que yo he leído) que nos conmueven, que nos hacen reflexionar (el cerebro, ser humano, lo que nos diferencia de los animales, ¿recuerdan?), que nos dibujan mundos reales para contar historias reales. De las novelas españolas actuales que he leído, ya he dicho que no demasiadas, es lo que más me disgusta: la realidad se reinventa al servicio de la historia y los personajes. Hace tiempo leí una reflexión interesante al respecto que decía (no recuerdo quién la hacía) que uno sabía de la sociedad del siglo XIX por su novela, pero no podremos saber nada de la sociedad española de finales del XX por su novela ya que la realidad mostrada es ficticia.
Bueno, que iba a hablar del XIX y me pierdo. Emilia Pardo Bazán escribió un interesante libro titulado La cuestión palpitante acerca del realismo y del naturalismo, escrito en plena efervescencia de ese movimiento literario europeo y de lectura imprescindible para adentrarse en la novela de esa época. Y, curiosamente, lo escribió para defenderse de los ataques del conservadurismo católico que no entendía como una “señora católica” como Pardo Bazán se dejaba arrastrar por las bajas pasiones e incluso “pornografía” de se tipo de novela. Doña Emilia fue uno de los máximos exponentes de esa novela en España, pero tampoco podemos olvidar a Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas “Clarín”, José María de Pereda, o los menos conocidos José Ortega Munilla, Narcís Oller, Juan Armada y Losada, Manuel Martínez Barrionuevo, Alonso Mesía de La Cerda, Wenceslao Ayguals de Izco, Eugenio Selles o Armando Palacio Valdés.
Y aunque he leído novelas de casi todos estos autores, y que me perdonen Galdós y Pardo Bazán, para mi la mejor novela es La Regenta, de Leopoldo Alas. La gestación de esta novela es curiosa: “Clarín”, crítico literario defensor del realismo, envió con una carta excesivamente humilde a Galdós la primera parte de su novela. En ella le pedía perdón por la desfachatez de enviarle al rey de la novela su tímida novelilla que no merecía más que ser arrojada a las cloacas. Pero Galdós le contestó algo así como “el rey de la novela es usted, mi querido Leopoldo, por Dios, envíeme la segunda parte en cuanto esté escrita”.
Si me animo, el siguiente artículo será sobre este movimiento literario allende nuestras fronteras. Todo un complejo y variado mundo novelístico que aún hoy podemos leer con mucho gusto.

Francisco Cenamor

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