miércoles, 6 de febrero de 2008

‘Francisco Cenamor, voz intensa en la asamblea poética’, un artículo del Lic. Miguel Fajardo Korea

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La poesía sigue siendo una ventana para mirar al mundo desde todas las fronteras. La creación es un compromiso ético y estético de hondo significado para hacer dable el milagro de la concienciación, en aras del mejoramiento. La poesía es un oficio del alma, mediante el cual es posible crear mundos para agrandar la perspectiva holista del universo humano. Es por medio del arte que el ser se rehumaniza, en busca de nuevos derroteros que posibiliten otros ojos para entender la cotidianeidad desde la aldea global que nos ha correspondido vivir.
     He leído tres libros del poeta Francisco Cenamor (Leganés, España, 1965). Cenamor, quien ha dado a conocer sus textos en Talasa Ediciones y Ediciones Vitruvio, ha publicado: Amando nubes, 1999; Ángeles sin cielo, 2003 y Asamblea de palabras, 2007. En proceso El libro de Raquel, que publicará Ediciones Amargord. Es uno de los difusores culturales referentes de España. Coeditor del Blog escritores, uno de los sitios electrónicos más visitados en español. Junto con el poeta Luis Luna, coordina las labores de jóvenes poetas en Madrid.
     Expondré un acercamiento sobre sus tres poemarios, como una visión de conjunto, a partir de la asamblea abierta que conforma su palabra poética. La poesía de Cenamor apunta una relación con las coordenadas del fuego, porque “hoy se ha cerrado otra puerta”. Asimismo, hay una apuesta para enfrentar los dolores de la cotidianeidad “qué largas/ son las escaleras del sufrimiento”. Sabemos que, cada instante, el dolor es un habitante del ser humano en diversos estadios y condiciones.
     Muchas veces, la lucha es denodada, sin embargo, el hablante expresa “cómo apostamos en la vida todo/ cómo a veces sentimos que nos queda nada” (…) “nosotros más que nadie/perdimos esa batalla/ y murió la esperanza/ lo demás es solo fe”. Es importante, en un mundo de descreídos con máscaras de cínicos, que exista la fe, una especie de mástil desde donde podemos aferrarnos contra la maledicencia que se incrusta en las más intensas fibras del ser humano, pues “siempre hay alguien/ al otro lado/ que sabe del mundo”.
     En otro ámbito endiña “nos salvamos tantas veces/ de la soledad de nuestro propio destino”. Cada quien debe forjar su propio sino, pero no siempre podemos alcanzarlo, a causa de los disvalores que increpan con saña los mejores comportamientos del ser. Por ello, con gran categoría y mérito aduce: “hoy voy a salir sin armas/sólo con mi pecho y mi esperanza”. La desnudez como signo de pureza se enquista con gran propiedad en este acento lírico del poeta madrileño.
Cenamor increpa y denuncia los sitios arrinconados contra el ser humano “le golpeaban duro eternamente/mientras le tenían atado de impotencia”. Es increíble como asedian al factor humanidad, por ello, cuando estalla, “con la rebeldía se aprende a vivir”. La rebeldía puede convertirse en una salida, pero debe haber razones de mejoramiento tanto individual como social. No es ser rebelde como un pasatiempo, sino con un fuerte compromiso y conciencia social.
     Junto con esa condición de encerramiento, la pobreza emerge como otro golpe bajo a la condición de nuestra especie, la cual “está cubierta del polvo que da la pobreza/ de la suciedad de un tiempo que no le pertenece”. El gran problema de hoy es que la pobreza solo se ha convertido en una fría estadística de informes globales, vacíos y deshumanizados, donde únicamente falta que se asevere otra sentencia: “el sediento sea culpable de su sed”. La pobreza es una condición de millones de seres que apuestan a sobrevivir, porque eso ya es precaria ganancia cada día de la tierra.
     La vida y la muerte, como temas eternos, precisan un juego de ser o no ser. Se preanuncia lo ineludible. Es una verdad irrefutable “nuestra muerte/ está prevista en una encuesta/ donde vivo”. Por ello, a pesar de lo inescrutable, hay una aceptación de la cotidianeidad “me conformo con comer a la misma mesa que vosotros/ y aún así/ millones de personas seguirán muriendo de hambre”. O bien, “no veis que si almuerzo yo cada mañana/ otro ha soñado por la noche un pan”. Se refleja una especie de nivelación, a partir de elementos que deberían ser esenciales, como el derecho a la alimentación cotidiana. El mundo tiene hambre; la padece, pero no la sacia con plenitud. “Me canso tanto aquí dentro últimamente/ que ya solo tengo una esperanza”. Este sustantivo es vital en el espacio lírico de Francisco Cenamor. Es una apuesta hacia la reivindicación humana. Tiene convicción de equilibrio en su palabra-poema.
     Es importante que los poetas expresen las preocupaciones geopolíticas y socioideológicas en un mundo desangelado, frío e inconcluso: “qué extraño/ nunca publican fotos de hijos abrazando madres muertas/ las madres también mueren en las guerras”. El ser humano contabiliza más de 14.000 guerras y aún no aprendemos la insania de sus efectos sinfín. ”Tanto conducir un pueblo a la desesperación siempre ocasiona una trayectoria de efecto bumerán”, a pesar de ello, hay optimismo dentro de la imagen global, porque “mi amor piensa que la solidaridad es la ternura de los pueblos”.
El yo lírico expresa su más fino sentimiento en la corporalidad “la libertad de tu pecho (…) / me dicen que caer contigo será volar”. Su registro es radiante “hoy es el día de vivir sin que el mañana nos añore”, es decir, fija un espacio tempo-espacial con la finalidad de su defensa “Vivo la soledad/ déjate invadir por las palabras/ por las palabras que dejan huella”. Es claro, entonces, que para el hablante, la palabra es un vector semiótico de salvación, de respuesta ante los trazos oscuros de la vida.
     En síntesis, las voces poéticas triádicas de Francisco Cenamor (España, 1965) refuerzan la importancia de la palabra en un orbe desangelado. Cenamor precisa un acento de gran denuncia contra las vicisitudes de los seres humanos, en cualquier parte del mundo. Acercarnos a su poesía ha sido un encuentro con una voz intensa en la asamblea poética de su universo, personal y de conciencia, en aras de proponer cambios sustantivos a favor del ser, sin distingos de nacionalidades, porque los pasaportes son inventos en las fronteras mentales y políticas que han establecido los países, pero el ser humano es universal, desde las más frías estadísticas hasta las más iluminadas palabras que Francisco Cenamor ha revalidado, en busca de aliento espiritual para todos.

Lic. Miguel Fajardo Korea. Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica (miguelfajardokorea@hotmail.com).

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